Discurso del séptimo día

La importancia de la ecuanimidad frente a las sensaciones sutiles y burdas— Continuidad de la conciencia—Los cinco "amigos": fe, esfuerzo, atención, concentración, sabiduría.

Siete días han terminado: os quedan tres días más para trabajar. Aprovechad bien estos tres días trabajando con ahínco y continuidad, comprendiendo bien cómo debéis practicar.

Hay dos aspectos de la técnica: la atención y la ecuanimidad. Uno debe desarrollar la atención hacia todas las sensaciones que surgen dentro del marco del cuerpo y simultáneamente, mantenerse ecuánime hacia ellas. Al permanecer ecuánime, naturalmente uno encontrará, tarde o temprano, que empezarán a aparecer sensaciones en zonas que antes estaban en blanco, y que las sensaciones burdas, solidificadas y desagradables empiezan a disolverse en vibraciones sutiles. Uno empieza a experimentar un agradable fluir de energía por todo el cuerpo.

El peligro cuando surge esta situación es que podemos tomar esta agradable experiencia sensorial como la meta final del trabajo. En realidad, el propósito de practicar Vipassana no es experimentar un cierto tipo de sensación, sino desarrollar la ecuanimidad hacia todas ellas. Las sensaciones se mantienen cambiando, sean burdas o sutiles. El progreso en el camino puede ser medido sólo por la ecuanimidad que uno desarrolle hacia cada sensación.

Incluso después de haber experimentado un flujo libre de vibraciones sutiles por todo el cuerpo, es muy posible que nuevamente surja alguna sensación burda o una zona en blanco en alguna parte. Éstas no son señales de retroceso, sino de progreso. A medida que uno desarrolla la atención y la ecuanimidad, naturalmente irá penetrando más hondo en la mente inconsciente, descubriendo las impurezas que allí se esconden. Mientras estos complejos profundamente arraigados permanezcan en el inconsciente, seguramente producirán desdicha en el futuro. La única forma de eliminarlos es permitir que salgan a la superficie de la mente y desaparezcan. Cuando estos saṅkhārās profundamente arraigados salen a la superficie, muchos de ellos suelen ir acompañados de sensaciones burdas y desagradables, o incluso de zonas insensibles. Si uno continua observando sin reaccionar, la sensación desaparece y, con ella, el saṅkhārā del cual es su manifestación.

Toda sensación sea, burda o sutil, tiene la misma característica de la impermanencia. Una sensación burda surge, parece que dura algún tiempo, pero tarde o temprano desaparece. Una sensación sutil surge y desaparece con gran rapidez, pero sigue teniendo la misma característica. Ninguna sensación es eterna. Es por eso por lo que uno no debe tener preferencias ni prejuicios ante ninguna sensación. Cuando surge una sensación burda, desagradable, uno la observa sin deprimirse. Cuando surge una sensación sutil, agradable, uno la acepta, incluso la disfruta, pero sin alborozo y sin crear apego. En cada ocasión uno comprende la naturaleza transitoria de todas las sensaciones; entonces uno puede sonreír cuando surgen y cuando desaparecen.

Uno debe practicar la ecuanimidad a nivel de las sensaciones corporales con el fin de conseguir un verdadero cambio en la propia vida. En cada momento las sensaciones están surgiendo dentro del cuerpo. Por lo general la mente consciente no se percata de ellas, pero la mente inconsciente siente las sensaciones y reacciona a ellas con avidez o aversión. Si la mente se entrena para estar totalmente consciente de todo cuanto ocurre en la estructura física y simultáneamente mantenerse ecuánime, entonces desaparecerá la antigua costumbre de reaccionar a ciegas. Uno aprende cómo mantenerse ecuánime en cualquier situación y por lo tanto a vivir una vida equilibrada y feliz.

Estáis aquí para experimentar la verdad sobre vosotros mismos, sobre cómo funciona este fenómeno, sobre cómo se genera la desdicha. Hay dos aspectos del fenómeno humano: el material y el mental, el cuerpo y la mente. Uno debe observar ambos. Pero uno no puede experimentar el cuerpo sin ser consciente de lo que surge en él, esto es, la sensación. Del mismo modo, uno no puede observar la mente separada de cuanto surge en ella, esto es, el pensamiento. A medida que uno profundiza al experimentar la verdad sobre mente y materia, queda claro que sea lo que fuere que surja en la mente, siempre va acompañado por una sensación física. La sensación tiene una importancia primordial para experimentar la realidad, tanto del cuerpo como de la mente, y es este el punto donde se desencadenan las reacciones. Para poder observar la verdad de uno mismo y detener la creación de contaminaciones mentales, uno debe ser consciente de las sensaciones y permanecer ecuánime de forma continua tanto como sea posible.

Por eso, en los días que quedan del curso, debéis trabajar continuamente con los ojos cerrados durante las horas de meditación; pero igualmente durante los periodos de descanso, debéis tratar de mantener la atención y la ecuanimidad al nivel de las sensaciones. Desempeñad cualquier acción que debáis llevar a cabo en la forma corriente, ya sea caminando, comiendo, bebiendo, bañándose; no disminuyáis el ritmo de la acción. Sed conscientes del movimiento físico del cuerpo, y al mismo tiempo de las sensaciones, si es posible en la parte del cuerpo que está en movimiento o en cualquier otra parte. Permaneced conscientes y ecuánimes.

Similarmente, cuando por la noche vayáis a la cama, cerrad los ojos y percibid sensaciones en cualquier parte del cuerpo. Si os dormís con esta conciencia, tan pronto como despertéis por la mañana, seréis conscientes de las sensaciones. Quizás no durmáis profundamente o paséis la noche entera en vela. Esto es estupendo, siempre que permanezcáis acostados en la cama, conscientes y ecuánimes. El cuerpo recibirá el descanso que precise, y no hay mayor descanso para la mente que permanecer consciente y ecuánime. Si por el contrario, empezáis a preocuparos porque estáis sufriendo de insomnio, generaréis tensiones, y al día siguiente estaréis extenuados. Tampoco os forcéis por estar despiertos permaneciendo sentados toda la noche; eso es llevar las cosas a extremos. Si el sueño viene, estupendo; dormid. Si el sueño no viene, permitid que el cuerpo descanse permaneciendo acostados, y dejad que la mente descanse manteniéndola consciente y ecuánime.

El Buddha dijo: "Cuando un meditador practica fervorosamente, sin descuidar ni un momento la atención y la ecuanimidad frente a las sensaciones, desarrolla verdadera sabiduría, comprendiendo totalmente las sensaciones." El meditador comprende que quien carece de sabiduría reacciona a las sensaciones, multiplicando así su desdicha. Igualmente, comprende que quien es consciente de la naturaleza transitoria de todas las sensaciones y no reacciona ante ellas, saldrá de la desdicha. El Buddha añadió: "Con esta comprensión plena, el meditador es capaz de experimentar el estado que se encuentra más allá de mente y materia, el nibbāna." No podemos experimentar el nibbāna hasta haber eliminado los saṅkhārās más pesados, aquellos que podrían conducirnos a una vida futura en una forma inferior de existencia en que la desdicha fuese predominante. Afortunadamente, cuando uno empieza a practicar Vipassana, son precisamente estos saṅkhārās los que surgen primero. Al mantenerse ecuánime, desaparecen. Cuando han sido erradicados todos estos saṅkhārās, entonces uno experimenta el nibbāna por primera vez de forma natural. Habiéndolo experimentado, uno cambia completamente, y ya no es capaz de realizar acción alguna que pueda llevarle a una forma inferior de existencia en una vida futura. Gradualmente uno avanza hacia estos estados superiores, hasta que todos los saṅkhārāsque podrían llevarle a una vida futura dentro del mundo condicionado son erradicados. Una persona así está totalmente liberada y, por lo tanto, concluyó el Buddha: “Comprendiendo toda la verdad sobre mente y materia, cuando muere, va más allá del mundo condicionado, porque ha comprendido perfectamente las sensaciones.”

Habéis logrado un pequeño comienzo en este camino, practicando el desarrollo de la atención a las sensaciones por todo el cuerpo. Si tenéis cuidado de no reaccionar ante ellas, encontraréis que capa tras capa, los viejos saṅkhārās son erradicados: manteniéndoos ecuánimes ante las sensaciones desagradables y burdas, iréis avanzando hacia la experiencia de sensaciones más sutiles y agradables. Si continuáis manteniéndoos ecuánimes, tarde o temprano alcanzaréis el estado descrito por el Buddha, en el que a través de toda la estructura física el meditador sólo experimenta el continuo surgir y desaparecer. Todas las sensaciones burdas y sólidas han sido disueltas; sólo quedan vibraciones sutiles en todo el cuerpo. Naturalmente, este estado es de suprema felicidad, pero aún no es la meta final, y uno no debe apegarse a él. Algunas impurezas burdas han sido erradicadas, pero otras aún permanecen en las profundidades de la mente. Si uno continúa observando con ecuanimidad todos los saṅkhārās más profundos, uno tras otro irán surgiendo y desapareciendo. Cuando todos hayan sido erradicados, entonces uno experimenta lo 'inmortal', algo más allá de mente y materia donde nada surge y, por lo tanto, nada desaparece, el indescriptible estado de nibbāna.

Todo aquel que trabaje como es debido para desarrollar la atención y la ecuanimidad ciertamente alcanzará ese estado; pero cada uno debe trabajar por sí mismo.

Así como hay cinco enemigos, cinco obstáculos que bloquean vuestro progreso en el camino, también hay cinco amigos, cinco buenas facultades de la mente que os ayudarán y apoyarán. Si conserváis estos amigos fuertes y puros, ningún enemigo podrá venceros.

El primer amigo es la fe, la devoción, la confianza. Si no hay confianza, uno no puede trabajar, estará siempre agitado por las dudas y el escepticismo. Sin embargo, cuando la fe es ciega, ésta es una gran enemiga. Se convierte en fe ciega si uno pierde la inteligencia discriminatoria, la correcta comprensión de lo que es la verdadera devoción. Se puede tener fe en una deidad o en una persona santa, pero si es fe recta, con la comprensión apropiada, uno recordará las buenas cualidades de esa persona, y obtendrá inspiración de ellas para desarrollar estas cualidades en uno mismo. Una devoción así tiene sentido y es provechosa. Pero, si uno no intenta desarrollar las cualidades de la persona hacia la que profesa devoción, se convierte en fe ciega, la cuál es muy perjudicial.

Por ejemplo, cuando uno toma refugio en el Buddha, debe recordar las cualidades de un Buddha y trabajar para desarrollarlas en uno mismo. La cualidad esencial de un Buddha es la iluminación; por lo tanto, el refugio está realmente en la iluminación, la iluminación que uno desarrolla en uno mismo. Uno honra a quien haya llegado al estado de la iluminación total; esto es, uno da importancia a la cualidad dondequiera que se manifieste, sin atarse a ninguna secta o persona. Y uno honra al Buddha, no mediante ritos ni ceremonias, sino practicando sus enseñanzas, caminando por el sendero del Dhamma desde el primer paso, sīla, continuando con samādhi y paññā hasta alcanzar el nibbāna, la liberación.

Cualquiera que sea un Buddha debe tener las siguientes cualidades: Haber erradicado toda avidez, aversión e ignorancia. Haber conquistado a todos sus enemigos, los enemigos internos, es decir, a todas las impurezas mentales. Ser perfecto no sólo en la teoría del Dhamma sino en su aplicación. Lo que practica, lo predica, y predica lo que practica; no existe vacío entre sus palabras y sus actos. Cada paso que da es un paso correcto que conduce en la dirección correcta. Ha aprendido todo sobre el universo entero, explorando el universo dentro de sí mismo. Está rebosante de amor, compasión, alegría frente al éxito de los demás, y se mantiene ayudando a aquellos que se extravían para que encuentren el sendero correcto. Está lleno de ecuanimidad perfecta. Si uno trabaja para desarrollar estas cualidades en uno mismo a fin de alcanzar el objetivo final, entonces sí que tiene sentido tomar refugio en el Buddha.

Igualmente, tomar refugio en el Dhamma no tiene nada que ver con el sectarismo; no se trata de convertirse de una religión organizada a otra. Tomar refugio en el Dhamma es, de hecho, tomar refugio en la moralidad, en el dominio sobre la propia mente, en la sabiduría. Para que una enseñanza sea Dhamma, debe reunir también ciertas cualidades: la primera es que debe ser claramente explicada, de forma que todos puedan entenderla. Ha de ser observada por uno mismo con los propios ojos, ha de ser una realidad que pueda ser experimentada por uno mismo, no simple imaginación. Incluso la verdad del nibb±na no debe ser aceptada hasta haberse vivido. El Dhamma debe dar resultados benéficos aquí y ahora, y no simples promesas de beneficios que se disfrutarán en el futuro. Debe tener la cualidad de “venid y ved”; verificadlo vosotros mismos, probadlo vosotros mismos, no lo aceptéis ciegamente. Y una vez que uno haya probado y experimentado sus beneficios, no podrá evitar animar a otros y ayudarles a que también vengan y lo prueben. Cada paso en el camino nos aproxima más a la meta final; ningún esfuerzo es en vano. El Dhamma es benéfico en el comienzo, en el medio y al final. Por último, cualquier persona de inteligencia normal, de cualquier entorno social, puede practicarlo y experimentar sus beneficios. Con esta comprensión de lo que realmente es, si uno toma refugio en el Dhamma y empieza a practicarlo, su devoción tendrá verdadero significado.

De igual forma, tomar refugio en el Sangha no significa involucrarse en una secta. Cualquier persona que haya caminado por el sendero de sīla, samādhi y paññā, y haya alcanzado al menos el primer estado de liberación, que se haya convertido en una persona santa, es Sangha. Ella o él, puede ser cualquier persona, de cualquier apariencia, color o procedencia; es indiferente. Si a uno le inspira ver a una persona así, y trabaja para alcanzar uno mismo igual objetivo, entonces tomar refugio en el Sangha tiene sentido, y es devoción correcta.

Otro amigo es el esfuerzo. Igual que la fe, no debe ser ciego. De lo contrario se corre el riesgo de trabajar de forma incorrecta y de no obtener los resultados esperados. El esfuerzo debe ir acompañado por la comprensión de cómo trabajar correctamente; sólo entonces será provechoso para el propio progreso.

Otro amigo es la atención. La atención sólo puede ser de la realidad del momento presente. Uno no puede ser consciente del pasado, sólo puede recordarlo. Uno no puede ser consciente del futuro, sólo puede tener aspiraciones o temores sobre el futuro. Uno debe desarrollar la capacidad de ser consciente de la realidad que se manifiesta en sí mismo en el momento presente.

El siguiente amigo es la concentración, sostener la atención en la realidad, de instante a instante, de momento a momento, sin interrupciones. Debe estar libre de todo tipo de imaginaciones, avidez y aversión; sólo entonces es concentración correcta.

Y el quinto amigo es la sabiduría, no la que adquirimos escuchando charlas, leyendo libros, o realizando análisis intelectual; uno debe desarrollar sabiduría interna a través de su propia experiencia, puesto que sólo mediante esta sabiduría vivida, puede liberarse. Y para ser auténtica sabiduría, debe basarse en las sensaciones físicas: uno permanece ecuánime frente a las sensaciones, comprendiendo su naturaleza impermanente. Esto es ecuanimidad en los niveles profundos de la mente, lo que le permitirá a uno permanecer equilibrado en medio de las vicisitudes de la vida diaria.

Toda la práctica de Vipassana tiene como objetivo capacitarlo a uno para vivir de forma adecuada, cumpliendo con todas las responsabilidades mundanas manteniendo una mente equilibrada, permaneciendo en paz y feliz consigo mismo y haciendo que los demás se sientan en paz y felices. Si mantenéis fuertes a estos cinco amigos, os haréis perfectos en el arte de vivir, disfrutando de una vida buena, sana y feliz.

Progresad en el sendero del Dhamma, por vuestro propio bien y beneficio, y por el de los demás.

Que todos los seres que sufren entren en contacto con el Dhamma puro para que salgan de su sufrimiento y gocen de auténtica felicidad.

¡Que todos los seres sean felices!