Discurso del octavo día

La ley de la multiplicación y su inversa, la ley de la erradicación—La ecuanimidad es el mayor bienestar—La ecuanimidad le permite a uno vivir una vida de verdadera acción—Al mantenerse ecuánime, uno se asegura un futuro feliz para sí mismo.

Ocho días han pasado; os quedan dos días más para trabajar. En estos dos días que quedan, aseguraos de entender la técnica correctamente, para practicarla correctamente aquí y también para usarla después en vuestra vida diaria. Comprended qué es el Dhamma: naturaleza, verdad, ley universal.

Por un lado hay un proceso de constante multiplicación. Por otro lado, hay un proceso de erradicación. Esto se explicó muy bien en pocas palabras:

Verdaderamente impermanentes son las cosas condicionadas,
Por naturaleza surgen y desaparecen.
Si surgen y son extinguidas,
Su erradicación produce verdadera felicidad.

Todo saṅkhāra, todo condicionamiento mental es impermanente, siendo su naturaleza el surgir y desaparecer. Desaparece, pero al momento siguiente surge de nuevo, una y otra vez; así es como los saṅkhāras se multiplican. Si uno desarrolla sabiduría y empieza a observar objetivamente, el proceso de multiplicación se detiene y comienza el proceso de erradicación. Un saṅkhāra surge, pero el meditador permanece ecuánime; entonces el saṅkhāras pierde toda su fuerza y es erradicado. Capa tras capa, los viejos saṅkhāras surgirán y serán erradicados, siempre y cuando uno permanezca ecuánime. Cuantos más saṅkhāras sean erradicados más felicidad uno disfruta, la felicidad de liberarse de la desdicha. Si todos los saṅkhāras del pasado son erradicados, uno disfruta la ilimitada felicidad de la liberación total.

El antiguo hábito de la mente es reaccionar y multiplicar las reacciones. Algo no deseado sucede y generamos un saṅkhārā de aversión. A medida que el saṅkhārā surge en la mente, va acompañado de una sensación física desagradable. Un momento después, debido a nuestro antiguo hábito de reaccionar, uno vuelve a generar aversión, que, en realidad, va dirigida hacia esa sensación corporal desagradable. El estímulo externo del enfado es secundario; la reacción, de hecho, es hacia la sensación dentro de uno mismo. La sensación desagradable hace que uno reaccione con aversión, lo que a su vez genera otra sensación desagradable, que nuevamente hace que uno vuelva a reaccionar. Así es como comienza el proceso de multiplicación. Si en vez de reaccionar a la sensación, uno sonríe comprendiendo su naturaleza transitoria, entonces no se generará un nuevo saṅkhārā, y el saṅkhārā que haya surgido pasará sin multiplicarse. Al instante siguiente, otro saṅkhārā del mismo tipo surgirá de las profundidades de la mente; al permanecer ecuánimes éste desaparecerá. En el siguiente instante otro surgirá; uno permanecerá ecuánime y éste desaparecerá. El proceso de erradicación habrá comenzado.

Los procesos que uno observa en uno mismo también ocurren en todo el universo. Por ejemplo, alguien siembra la semilla de un árbol baniano. De esta diminuta semilla se desarrolla un gran árbol, que produce innumerables frutos, año tras año, durante toda su vida. Incluso después de haber muerto el árbol, el proceso continúa, porque cada uno de los frutos que el árbol produjo contenía una o varias semillas que tienen la misma cualidad de la semilla original que dio origen al árbol. Cada vez que una de estas semillas cae sobre suelo fértil, germina y se convierte en otro árbol que de nuevo producirá miles de frutos que contienen semillas. Frutos y semillas, semillas y frutos; un proceso interminable de multiplicación. Del mismo modo, cuando por ignorancia uno siembra la semilla de un saṅkhārā, tarde o temprano dará un fruto, también llamado saṅkhārā, que contiene una semilla del mismo tipo. Si uno proporciona tierra fértil a la semilla, germinará y multiplicará la propia desdicha. Sin embargo, si uno arroja las semillas a un suelo pedregoso, no pueden germinar; nada se desarrollará a partir de ellas. El proceso de multiplicación se detiene y automáticamente comienza el proceso inverso, el proceso de erradicación.

Comprended cómo funciona este proceso. Tal como se ha explicado, para que continúe el fluir de la vida, de la mente y de la materia, es necesario alimento que lo mantenga. El alimento del cuerpo es el alimento que uno come al igual que el ambiente en el que uno vive. Si un día uno no come, el fluir de la materia no se detiene de inmediato, sino que continúa consumiendo las reservas de la energía almacenadas en el cuerpo. Sólo cuando se consume toda esa energía almacenada, el flujo se detiene y el cuerpo fallece. El cuerpo necesita de alimento solamente dos o tres veces al día, pero el flujo de la mente lo necesita a cada instante. El alimento mental es el saṅkhārā. Cada momento el saṅkhārā que uno genera es responsable del mantenimiento del flujo de la conciencia. La mente que surge en el siguiente instante es producto de este saªkh±ra. Cada momento uno alimenta el saṅkhārā, y da continuidad al fluir de la conciencia. Si en algún momento uno no genera un nuevo saṅkhārā, el fluir no se detiene inmediatamente; sino que recurre a la reserva de los antiguos saṅkhārās. Un antiguo saṅkhārā se verá obligado a dar su fruto, es decir, a subir a la superficie de la mente para poder sostener el flujo; se manifestará como sensación física. Si uno reacciona a la sensación empieza de nuevo a crear nuevos saṅkhārās, sembrando nuevas semillas de desdicha. Pero si uno observa la sensación con ecuanimidad, el saṅkhārā pierde su fuerza y es erradicado. En el siguiente momento otro antiguo saṅkhārā debe surgir para sostener el flujo mental. Nuevamente, uno no reacciona, y nuevamente es erradicado. Mientras uno permanezca consciente y ecuánime, capa tras capa de antiguos saṅkhārās saldrán a la superficie y serán erradicados; ésta es la ley de la naturaleza.

Este proceso debe ser experimentado por uno mismo, practicando la técnica. Cuando uno se da cuenta que sus antiguos hábitos, sus antiguos sufrimientos han sido eliminados, entonces comprende que el proceso de erradicación funciona.

Existe una técnica análoga en la metalurgia moderna. Para super-refinar ciertos metales, hacerlos ultra puros, es necesario eliminar de ellos incluso hasta una molécula extraña de entre un billón. Esto se consigue fundiendo el metal en forma de varilla; aparte se forma un anillo del mismo metal previamente refinado con el grado de pureza requerido. El anillo se pasa por la varilla, generando un magnetismo que automáticamente empuja las impurezas al extremo de ésta. Al mismo tiempo, todas las moléculas en la varilla de metal se alinean; con lo que la varilla se hace flexible, maleable, lista para poder ser trabajada. De igual forma, la técnica de Vipassana se puede considerar como el paso de un anillo de conciencia pura sobre la estructura física de la que se extraen las impurezas, obteniendo beneficios similares.

La atención y la ecuanimidad conducirán a la purificación de la mente. Lo que uno experimente en el camino, ya sea agradable o desagradable, no tiene importancia. Lo importante es no reaccionar con avidez o aversión, ya que ambos sólo crean más desdicha. La única vara con la que se puede medir el propio progreso en este camino es la ecuanimidad que hayamos desarrollado. La ecuanimidad debe estar en el ámbito de las sensaciones corporales, si uno pretende ir a las profundidades de la mente para erradicar las impurezas. Si uno aprende a ser consciente de las sensaciones y a mantenerse ecuánime ante ellas, también le resultará fácil mantenerse equilibrado ante situaciones externas.

En cierta ocasión le preguntaron al Buddha qué es el auténtico bienestar. Contestó que el mayor bienestar consiste en la capacidad de mantener el equilibrio mental a pesar de todas las vicisitudes y altibajos de la vida. Uno podría enfrentarse a situaciones agradables o dolorosas, victorias o derrotas, ganancias o pérdidas, buena fama o mala fama; todos podríamos pasar por todas estas situaciones. Pero ¿puede uno sonreír ante toda situación, con una sonrisa auténtica proveniente del corazón? Si uno posee esta ecuanimidad en las profundidades de su ser, podrá decir que posee la felicidad verdadera.

Si la ecuanimidad es sólo superficial, no podrá ayudar en la vida diaria. Es como si cada persona llevase un tanque de gasolina en su interior. Si salta una chispa, fruto de una reacción pasada, inmediatamente se produce una gran explosión que originará millones de nuevas chispas, más saṅkhārās, que traerán más fuego, más sufrimiento en el futuro. Con la práctica de Vipassana poco a poco uno va vaciando el tanque. Debido a los saṅkhārās del pasado, las chispas se seguirán produciendo, pero sólo podrán quemar el combustible que traen consigo; no encontrarán nuevo combustible. Arderán brevemente hasta consumir el combustible que contienen y luego se extinguirán. Más tarde, a medida que uno progresa en el camino, empieza a generar de forma natural agua fresca de amor y compasión, y el tanque se llena con esta agua. Entonces, apenas salte una chispa, se extinguirá. Ni siquiera podrá quemar el poco combustible que contiene.

Uno puede comprender esto en el ámbito intelectual, y saber que debe tener una bomba de agua lista en caso que se inicie un incendio. Pero, cuando estalla el fuego, uno conecta la bomba de la gasolina e inicia un incendio. Después, se da cuenta de su error pero, a pesar de ello, vuelve a repetirlo en la siguiente ocasión porque la propia sabiduría es sólo superficial. Si alguien tiene sabiduría real en las profundidades de la mente, al enfrentarse al fuego no echa más gasolina comprendiendo que esto sólo causa daño. En su lugar arroja agua fresca de amor y compasión, ayudando a los demás y a sí mismo.

La sabiduría debe estar en el ámbito de las sensaciones. Si os entrenáis para ser conscientes de las sensaciones en cualquier situación y para manteneros ecuánimes ante ellas, nada podrá dominaros. Quizás durante unos instantes observáis sin reaccionar. Entonces, con esta mente equilibrada decidís qué acción tomar. Tal acción tiene la tendencia de ser recta, positiva y provechosa para los demás, porque es ejecutada con una mente equilibrada.

A veces en la vida es necesario tomar acciones duras. Puede ocurrir que uno intente dar explicaciones educadamente, con gentileza, con una sonrisa, pero la persona sólo entienda palabras duras, acciones duras. Entonces uno debe emplear palabras o acciones físicas duras. Pero antes de hacerlo, uno debe examinarse y ver si tiene la mente equilibrada y si lo que siente hacia esa persona es sólo amor y compasión. Si es así, la acción será provechosa; si no, no ayudará a nadie. Uno toma acciones fuertes para ayudar a la persona que está cometiendo el error. Con esta base de amor y compasión uno no puede equivocarse.

En un caso de agresión, el meditador de Vipassana intentará separar al agresor y a la víctima, sintiendo compasión no sólo hacia la víctima, sino también hacia el agresor. Uno se dará cuenta que el agresor no sabe que se está haciendo daño a sí mismo. Y al comprenderlo, uno podrá ayudarlo, impidiéndole realizar actos que le causen desdicha en el futuro.

Sin embargo, debéis tener cuidado de no justificar vuestros actos sólo después del hecho. Debéis examinar la mente antes de actuar: si la mente está llena de impurezas, entonces, no se puede ayudar a nadie. Uno debe primero corregir sus propias faltas antes que las de los demás. Debéis purificar primero vuestra mente, observándoos. Luego podréis ayudar a muchos.

El Buddha dijo que hay cuatro tipos de personas en el mundo: los que van de la oscuridad a la oscuridad; los que van de la claridad a la oscuridad; los que van de la oscuridad a la claridad y los que van de la claridad a la claridad.

Para una persona del primer grupo, todo es tristeza y oscuridad, pero su mayor desgracia, es no tener sabiduría. Cuando se enfrenta a alguna desgracia, genera todavía más ira, más odio, más aversión, y culpa a otros de su sufrimiento. Y todos estos saṅkhārās de ira y odio sólo le acarrearán más oscuridad, más sufrimiento en el futuro.

Una persona del segundo grupo tiene lo que en el mundo se conoce por éxito: dinero, posición, poder, pero también carece de sabiduría. Producto de su ignorancia desarrolla egoísmo, sin comprender que las tensiones del egoísmo sólo le acarrearán oscuridad en el futuro.

Una persona del tercer grupo está en la misma situación que la del primero, rodeada por oscuridad; pero tiene sabiduría y entiende la situación. Reconociendo que es básicamente responsable de su propio sufrimiento, con calma y pacíficamente hace lo que puede para cambiar la situación, pero sin ninguna furia u odio hacia otros; en su lugar, sólo tiene amor y compasión hacia aquellos que le están haciendo daño. Todo lo que él crea para el futuro es claridad.

Finalmente una persona del cuarto grupo, le ocurre igual que a una del segundo, que disfruta de dinero, posición y poder, pero a diferencia de aquella, está llena de sabiduría. Hace uso de lo que tiene para mantenerse a sí mismo y a quienes dependen de él, y el resto lo utiliza para el bien de los demás, con amor y compasión. Claridad en el presente y también en el futuro.

Uno no puede elegir estar enfrentando oscuridad o claridad en el presente; pues esto está determinado por los saṅkhārās del pasado. El pasado no puede ser cambiado, pero uno puede controlar el presente al convertirse en maestro de sí mismo. El futuro es simplemente el fruto del pasado más lo que se añada del momento presente. Vipassana enseña cómo hacerse maestro de sí mismo desarrollando la atención y la ecuanimidad hacia las sensaciones. Si uno desarrolla esta maestría en el presente, el futuro automáticamente será claro.

Utilizad los dos días que os quedan para aprender cómo haceros maestros del momento presente, maestros de vosotros mismos. Seguid progresando en el Dhamma para liberaros de toda desdicha y disfrutar de la verdadera felicidad aquí y ahora.

¡Qué todos los seres sean felices!