Discurso del quinto día

Las Cuatro Verdades Nobles: el sufrimiento, la causa del sufrimiento, la erradicación del sufrimiento, el camino que lleva a la erradicación del sufrimiento—La cadena del surgir condicionado.

Han pasado cinco días; os quedan cinco días más para trabajar. Aprovechad lo mejor posible los días que quedan trabajando con ahínco, entendiendo la técnica apropiadamente.

Habéis pasado de observar la respiración dentro de una zona determinada a observar sensaciones por todo el cuerpo. Cuando se empieza esta práctica es muy probable que al comienzo uno se encuentre con sensaciones burdas, solidificadas, intensas, sensaciones desagradables como dolor, presión, etc. En el pasado ya os habíais encontrado con tales experiencias, pero el patrón habitual de vuestra mente era reaccionar a las sensaciones, gozando con el placer y rechazando el dolor, permaneciendo siempre agitados. Ahora, estáis aprendiendo a observar sin reaccionar, a examinar las sensaciones con objetividad, sin identificaros con ellas.

El dolor existe, la desdicha existe. Llorar no liberará a nadie de la desdicha. ¿Cómo podrá uno salir de ella? ¿Cómo podrá uno convivir con ella?

El médico que trata al paciente debe saber qué enfermedad padece y cuál es su causa fundamental. Si existe una causa entonces tiene que haber una salida, erradicándola. Una vez erradicada, la enfermedad desaparece automáticamente. Por esto, se deben tomar medidas para erradicar la causa.

Primero uno debe aceptar la realidad del sufrimiento. En todas partes existe sufrimiento; ésta es una verdad universal. Pero, se convierte en una verdad noble en el momento en que uno empieza a observar este hecho sin reaccionar, porque quien así lo hace, terminará convirtiéndose en una persona noble, santa.

Cuando se empieza a observar la Primera Verdad Noble, la verdad del sufrimiento, entonces, rápidamente la causa del sufrimiento aparece con claridad, y uno empieza a observarla también; ésta es la Segunda Verdad Noble. Si la causa es erradicada, entonces el sufrimiento es erradicado; ésta es la Tercera Verdad Noble: la erradicación del sufrimiento. Para lograr esta erradicación, uno debe dar una serie de pasos; ésta es la Cuarta Verdad Noble: el camino para eliminar el sufrimiento mediante la eliminación de su causa.

Uno empieza aprendiendo a observar sin reaccionar. Examinad con objetividad el dolor que sentís, como si fuera de otra persona. Inspeccionadlo tal y como un científico observa un experimento en su laboratorio. Cuando fracaséis, intentadlo de nuevo. Seguid intentándolo y comprobaréis que, poco a poco, vais saliendo del sufrimiento.

Todo ser viviente sufre. La vida comienza con llanto; el nacimiento es un gran sufrimiento. Y todo aquel que nace está abocado a encontrarse con los sufrimientos de la enfermedad y de la vejez. Pero, por más desdichada que sea la propia vida, nadie quiere morir, porque la muerte es también un gran sufrimiento.

A lo largo de la vida uno se encuentra con cosas que le desagradan y se ve apartado de aquellas que le gustan. Ocurren cosas no deseadas, las cosas deseadas no ocurren, y uno se siente desdichado.

Comprender esta realidad simplemente en el ámbito intelectual no liberará a nadie. Sólo puede dar inspiración para mirar al interior, para experimentar la verdad y encontrar la salida de la desgracia. Esto es lo que Siddhattha Gotama hizo para llegar a ser un Buddha: empezó observando la realidad dentro del marco de su propio cuerpo como un científico investigador, pasando de la verdad burda y aparente a otra más sutil, hasta llegar a la verdad más sutil de de todas las verdades. Descubrió que cuando uno genera avidez, bien sea para mantener una sensación agradable o para liberarse de una sensación desagradable, y ese deseo no se satisface, entonces uno empieza a sufrir. Y aun más, a un nivel más sutil, descubrió que, visto con una mente totalmente sosegada, queda claro que el apego a los cinco agregados es sufrimiento. Uno puede comprender intelectualmente que el agregado material, el cuerpo, no es "yo" ni "mío" sino, simplemente un fenómeno impersonal, cambiante, que está más allá del propio control; sin embargo, el hecho es que uno se identifica con el cuerpo y genera un tremendo apego hacia él. Del mismo modo, uno genera apego hacia los cuatro agregados mentales de la conciencia, la percepción, la sensación y la reacción; apegándose a ellos como "yo" y "mío" a pesar de su naturaleza permanentemente cambiante. Por motivos convencionales uno debe usar las palabras "yo" y "mío" pero, cuando uno genera apego hacia los cinco agregados, uno crea su propio sufrimiento. Donde quiera que haya apego, habrá desdicha; y cuanto mayor sea el apego, mayor será la desdicha.

Hay cuatro tipos de apego que uno continúa desarrollando en la vida. El primero es apego hacia los propios deseos, hacia el hábito de desear, de ansiar. Cuando la avidez surge en la mente, va acompañada por una sensación física. Aunque a un nivel profundo acaba de desatarse una tormenta de agitación, a un nivel superficial la sensación gusta y uno desea que continúe. Esto puede compararse con rascar una herida: hacerlo sólo empeorará la herida y, sin embargo, uno disfruta la sensación que produce el rascarse. Del mismo modo, tan pronto como un deseo ha sido satisfecho, la sensación que acompañaba a éste también desaparece, por lo que uno genera un nuevo deseo a fin de que la sensación pueda continuar. Uno se vuelve adicto a la avidez y multiplica su desdicha.

Otro apego es aferrarse al "yo", a lo “mío”, sin saber siquiera qué es este "yo". Uno no puede soportar ninguna crítica ni daño al "yo" propio. Y el apego se extiende a todo lo que pertenece al "yo", a todo lo que es "mío". Este apego no traería desdicha si todo aquello que fuera "mío" pudiera continuar eternamente, y si el "yo" también pudiera permanecer para ser disfrutado eternamente, pero la ley de la naturaleza es tal que, tarde o temprano, uno u otro debe desaparecer. El apego a lo impermanente está destinado a traernos desdicha.

De igual forma, uno se apega a sus opiniones y creencias y no puede tolerar ninguna crítica a ellas, o incluso que otros tengan diferentes puntos de vista. Uno no comprende que todos llevamos gafas de color, con un color diferente para cada persona. Al quitarse las gafas, uno puede ver la realidad tal y como es, sin tintes, pero en lugar de ello uno se apega al color de sus gafas, a sus propios prejuicios y creencias.

Otro apego es el apego a los propios ritos, rituales y prácticas religiosas. Uno no comprende que sólo son presentaciones externas, que no contienen la esencia de la verdad. Si a alguien se le enseña a experimentar la verdad directamente dentro de sí mismo y continúa aferrándose a formas externas, vacías, tal apego le producirá un conflicto interno que terminará en desdicha.

Todos los sufrimientos de esta vida, si se examinan con detenimiento, surgen de alguno de estos cuatro apegos. Esto es lo que Siddhattha Gotama descubrió en su búsqueda de la verdad. Pero aún continuó investigando en su interior para descubrir la causa más profunda del sufrimiento, para comprender cómo funciona la totalidad del fenómeno y llegar hasta su origen.

Obviamente, los sufrimientos de la vida (enfermedad, vejez, muerte, dolor físico y mental) son consecuencias inevitables de haber nacido. Entonces, ¿cuál es la razón del nacimiento? Por supuesto, la causa inmediata es la unión física de los padres, pero desde una perspectiva más amplia, el nacimiento ocurre debido al proceso del devenir en que está inmerso todo el universo. Incluso en el momento de la muerte, el proceso no se detiene; el cuerpo continúa decayendo, desintegrándose, mientras que la conciencia se conecta con otra estructura material y continúa fluyendo, deviniendo. ¿Y por qué este proceso del devenir? Para él fue claro que la causa es el apego que generamos. Debido al apego generamos fuertes reacciones, saṅkhārās que causan una profunda impresión en la mente. Al final de la vida, una de ellas surgirá en la mente y dará un empujón al fluir de la conciencia para continuar.

Ahora bien, ¿cuál es la causa de este apego? El Buddha encontró que surge por las reacciones momentáneas de agrado y desagrado. Hacia el primero generamos avidez; hacia el segundo, enorme aversión, reflejo inverso de la avidez y, ambos se convierten en apego. ¿Y por qué estas reacciones momentáneas de agrado y desagrado? Cualquiera que se observe, verá que surgen a causa de las sensaciones corporales. Cuando una sensación agradable aparece, a uno le gusta y quiere retenerla y multiplicarla. Cuando una sensación desagradable surge, a uno le disgusta y quiere deshacerse de ella. Entonces, ¿por qué estas sensaciones? Claramente ocurren debido al contacto entre cualquiera de los sentidos y un objeto de ese sentido en particular: contacto del ojo con una visión, del oído con un sonido, de la nariz con un olor, de la lengua con un sabor, del cuerpo con algo tangible, de la mente con un pensamiento o con una imaginación. Tan pronto como un contacto se produce, surge una sensación, agradable, desagradable o neutra.

¿Cuál es la razón para el contacto? Obviamente, el universo entero está lleno de objetos sensoriales. Mientras los seis sentidos (los cinco físicos junto con la mente) estén funcionando, están destinados a encontrar sus respectivos objetos. ¿Y por qué existen estos órganos sensoriales? Es evidente que son parte inseparable del flujo de la mente y la materia; surgen tan pronto como la vida empieza. ¿Y por qué fluye la vida, este flujo de mente y materia? Por el fluir de la conciencia, de momento a momento, de una vida a la siguiente. ¿Y por qué este fluir de la conciencia? El Buddha descubrió que esto se produce a causa de los saṅkhāras, las reacciones mentales. Toda reacción da un empujón al fluir de la conciencia; el flujo continúa debido al ímpetu que le han dado las reacciones. ¿Y por qué ocurren las reacciones? Él vio que surgen debido a la ignorancia. Uno no sabe lo que está haciendo, no sabe cómo reacciona y, por lo tanto, continúa generando saṅkhāras. Mientras haya ignorancia, continuará el sufrimiento.

La fuente del proceso del sufrimiento, la causa más profunda, es la ignorancia. De la ignorancia nace la cadena de hechos con los que se generan montañas de sufrimiento para uno mismo. Si la ignorancia puede ser erradicada, el sufrimiento también lo será.

¿Cómo puede uno lograr esto? ¿Cómo puede uno romper la cadena? El flujo de la vida, de la mente y la materia ya ha comenzado. Suicidarse no resolverá el problema; sólo creará nuevas desdichas. Tampoco se pueden destruir los sentidos sin destruirse a sí mismo. Mientras existan los sentidos, habrá contacto con sus respectivos objetos, y siempre que haya contacto, una sensación surgirá en el cuerpo.

Pues aquí, en el vínculo con la sensación, uno puede romper la cadena. Antes, toda sensación daba lugar a una reacción de agrado o desagrado, que se transformaba en gran avidez o aversión, esto es, en gran desdicha. Pero ahora, en vez de reaccionar a la sensación, aprendéis a observar con ecuanimidad, comprendiendo: “Esto también cambiará.” De este modo, la sensación sólo generará sabiduría, comprensión de aniccā. De este modo uno detiene la rueda del sufrimiento y empieza a girarla en la dirección opuesta, hacia la liberación.

Cada instante en que uno no genera saṅkhāras nuevos, uno de los antiguos saṅkhāras surgirá en la superficie de la mente y junto con él, se iniciará alguna sensación en el cuerpo. Si uno permanece ecuánime, desaparecerá y otra reacción antigua surgirá en su lugar. Al mantenerse ecuánime frente a las sensaciones físicas, los antiguos saṅkhāras continuarán surgiendo y desapareciendo, uno tras otro. Si por ignorancia uno reacciona a las sensaciones, entonces multiplica los saṅkhāras, multiplica su desdicha. Pero si uno desarrolla sabiduría y no reacciona a las sensaciones, entonces, uno tras otro, los saṅkhāras serán erradicados, la desdicha será erradicada.

Todo el sendero es un camino para salir de la desdicha. Practicando os daréis cuenta de que habéis dejado de atar nuevos nudos y que los antiguos automáticamente se van desatando. Poco a poco iréis progresando hasta alcanzar un estado en el que todos los saṅkhārās que llevan a un nuevo nacimiento, y por lo tanto, a un nuevo sufrimiento, habrán sido erradicados: el estado de la liberación total, de la plena iluminación.

Para empezar el trabajo no es necesario que primero uno crea en vidas pasadas o futuras. En la práctica de Vipassana, lo más importante es el momento presente. Aquí, en esta misma vida, continuamos generando saṅkhārās, generando desdicha. Por eso, es aquí y ahora cuando debemos acabar con este hábito y empezar a salir de la desdicha. Si practicáis, con toda seguridad llegará el día en que podréis decir que habéis erradicado todos los antiguos saṅkhārās, que habéis dejado de generar otros nuevos y que, por lo tanto, os habéis liberado de todo sufrimiento.

Para alcanzar este objetivo, uno mismo debe trabajar. Por lo tanto, trabajad con ahínco durante los cinco días que os quedan, para salir de vuestra desdicha y disfrutar de la felicidad de la liberación.

Que todos vosotros disfrutéis de la verdadera felicidad

¡Qué todos los seres sean felices!