Discurso del segundo día

Definición universal del pecado y de la piedad-El Noble Sendero Óctuple: sīla y samādhi

El segundo día ha terminado. Aunque ha sido un poco mejor que el primero las dificultades aún permanecen. La mente está tan inquieta, agitada, indómita, como un toro o un elefante salvaje que cuando entra a una morada humana causa estragos. Si una persona sabia doma y entrena a ese animal salvaje, toda la fuerza que éste habría utilizado con fines destructivos empieza a servir a la sociedad de manera constructiva. Del mismo modo, la mente, que en verdad es mucho más poderosa y peligrosa que un elefante salvaje, debe ser domada y entrenada; así, su enorme fortaleza estará a vuestro servicio. Pero debéis trabajar con mucha paciencia, persistencia y continuidad. La continuidad de la práctica es el secreto del éxito.

Tenéis que hacer el trabajo; nadie más puede hacerlo por vosotros. Con todo amor y compasión, una persona iluminada nos muestra cómo trabajar, pero no puede llevar a nadie sobre sus hombros hacia el objetivo final. Uno mismo tiene que dar cada paso, librar su propia batalla, alcanzar su propia salvación. Naturalmente una vez que hayáis empezado, recibiréis el apoyo de todas las fuerzas del Dhamma, pero, aún así, cada uno tiene que hacer el trabajo. Cada cual debe recorrer el camino completo.

Comprended bien el camino que habéis empezado a recorrer. El Buddha lo describió en términos muy sencillos:

Absteneros de todo acto pecaminoso, nocivo,
realizad sólo actos piadosos, sanos,
purificad la mente;
ésta es la enseñanza de los iluminados.

Es un camino universal, aceptable por gente de cualquier origen, raza o país. Pero el problema surge al definir pecado y piedad. Cuando se pierde la esencia del Dhamma se convierte en una secta, y entonces cada secta define la piedad de manera diferente, tal como tener una apariencia externa determinada, o bien ejecutar ciertos rituales, o sostener determinadas creencias. Todas éstas son definiciones sectarias aceptables para algunos, pero no para todos. Sin embargo, el Dhamma da una definición universal del pecado y de la piedad: toda acción que perjudique a otros, que perturbe su paz y armonía, es una acción malsana y pecaminosa; toda acción que ayude a los demás, que contribuya a su paz y armonía, es una acción sana y piadosa. Ésta es una definición que no está de acuerdo con cualquier dogma, sino más bien con la ley de la naturaleza. De acuerdo con la ley de la naturaleza, uno no puede ejecutar una acción que dañe a otros sin haber generado antes una impureza en la mente (cólera, miedo, odio, etc.); y cada vez que uno genera una impureza mental, se vuelve desdichado, sufre la experiencia del infierno dentro de sí. De igual forma, uno no puede desempeñar una acción que ayude a los demás, sin antes haber generado amor, compasión, buena voluntad; y tan pronto como uno empieza a desarrollar tales cualidades mentales puras, uno comienza a disfrutar la paz celestial interior. Cuando ayudáis a otros, simultáneamente os ayudáis a vosotros mismos; cuando hacéis daño a otros, simultáneamente os hacéis daño a vosotros mismos. Esto es el Dhamma, la verdad, la ley, la ley universal de la naturaleza.

Al camino del Dhamma se le llama el Noble Sendero Óctuple, noble en el sentido que quien lo sigue, está abocado a ser una persona noble de corazón, una persona santa. El sendero se divide en tres secciones: sīla, samādhi y paññā. Sīla es moralidad, abstención de todo acto malsano, ya sea físico o verbal. Samādhi es la acción sana de desarrollar maestría sobre la propia mente. La práctica de ambas es útil, pero ni sīla ni samādhi pueden erradicar las impurezas acumuladas en la mente. Para ello es preciso practicar la tercera parte del sendero: paññā, el desarrollo de la sabiduría, la visión cabal, que purifica totalmente la mente. Dentro de la división de sīla hay tres partes del Noble Sendero:

(1)Sammā-vācā: Palabra recta, pureza de la acción verbal. Para comprender qué es pureza del habla, uno debe saber qué es impureza del habla. Decir mentiras para engañar a otros, emplear palabras duras que dañan a otros, difamar y calumniar, cotorrear y hablar por hablar son todas impurezas de la acción verbal. Lo que queda al abstenernos de todas ellas es la palabra recta.

(2)Sammā-kammanta: Acción recta, pureza de la acción física. En el sendero del Dhamma sólo hay un criterio para medir la pureza o impureza de una acción, ya sea física, verbal o mental, y es saber si esa acción ayuda o daña a otros. Matar, robar, violar, cometer adulterio e intoxicarse para así no saber lo que uno está haciendo, todas ellas son acciones que dañan a otros y también a uno mismo. Cuando uno se abstiene de cometerlas, lo que queda es la acción recta.

(3)Sammā-ājīvā: Sustento recto. Todos deben tener un medio para mantenerse y mantener a aquellos que dependen de él, pero si este medio de vida daña a otros no es sustento recto. Puede que uno no cometa malas acciones para subsistir, pero sí está animando a otros a hacerlo; si es así, entonces uno no está practicando el sustento recto. Por ejemplo, vender alcohol, operar una casa de juegos, vender armas de fuego, vender animales vivos o carne, no son formas buenas para subsistir. Incluso en profesiones del más alto nivel, si la motivación es la explotación de terceros, entonces uno no está practicando el sustento recto. Si la motivación es cumplir como miembro de la sociedad, contribuir con la capacidad y esfuerzos personales para el bien general y a cambio obtener una justa remuneración con que mantenerse y mantener a quienes dependen de uno, entonces se está practicando un sustento recto.

Un cabeza de familia, un laico, necesita dinero para subsistir. Sin embargo, el peligro está en que ganar dinero puede convertirse en un medio para inflar el ego: se busca recaudar tanto dinero como sea posible para uno mismo, despreciando a quienes ganan menos. Tal actitud causa daño a los demás y causa daño a uno mismo, porque cuanto más fuerte sea el ego, más alejado se está de la liberación. Por tanto, un aspecto esencial del sustento recto es la caridad, compartir con los demás parte de lo que uno gana. De esta forma, uno no sólo gana para beneficio propio, sino también para beneficio de los demás.

Si el Dhamma consistiera sólo en exhortaciones para abstenerse de acciones que hacen daño a otros, entonces no tendría ningún efecto. Uno puede comprender intelectualmente los peligros que acarrea realizar malas acciones y los beneficios que se obtienen al realizar buenas acciones, o se puede aceptar la importancia de sīla debido a la devoción que uno sienta hacia quienes lo predican. Sin embargo, uno continua ejecutando malas acciones, porque no tiene control sobre la mente. De ahí la importancia de la segunda división del Dhamma, samādhI—desarrollo del control sobre la propia mente. Dentro de esta división hay otras tres partes más del Noble Sendero Óctuple:

(4)Sammā-vāyama: Esfuerzo recto, ejercicio recto. Por medio de vuestra práctica habéis visto lo débil e inestable que es la mente, siempre oscilando de un objeto a otro. Una mente así necesita ejercicio para fortalecerse. Existen cuatro ejercicios para fortalecer la mente: eliminar las malas cualidades que pueda tener, protegerla de las malas cualidades que no tenga, conservar y multiplicar las buenas cualidades que estén presentes en la mente, y abrirla a las buenas cualidades que le falten. Indirectamente, con la práctica de la atención en la respiración (Anapana), habéis empezado a practicar estos ejercicios.

(5)Sammā-sati: Atención recta, atención en la realidad del momento presente. Del pasado sólo puede haber recuerdos; del futuro sólo puede haber aspiraciones, miedos, imaginaciones. Habéis empezado a practicar Samm±-sati entrenándoos a manteneros atentos a cualquier cosa que se manifieste en el momento presente, dentro del área delimitada de las fosas nasales. Debéis desarrollar la habilidad de estar plenamente atentos a la realidad total, desde el nivel más burdo hasta el más sutil. Al comenzar, prestasteis atención a la respiración consciente, intencionada, luego a la respiración natural, suave, y finalmente, al roce de la respiración. Ahora tomaréis un objeto de atención aún más sutil: las sensaciones físicas, naturales, que se produzcan en esa zona delimitada. Podréis sentir la temperatura de la respiración, ligeramente más fría cuando entra, y algo más caliente cuando sale del cuerpo. Más allá, existen innumerables sensaciones no relacionadas con la respiración: calor, frío, picor, pulsaciones, vibraciones, presión, tensión, dolor, etc. No podéis elegir qué sensación sentir, porque no podéis crear sensaciones. Simplemente observad; simplemente manteneros atentos. El nombre de la sensación no tiene importancia; lo importante es estar atento a la realidad de la sensación sin reaccionar a ella.

El patrón de comportamiento de la mente, tal como lo habéis visto, es dar vueltas en el futuro o en el pasado, generando avidez o rechazo. Habéis empezado a romper este hábito practicando la atención correcta. Esto no significa que después de este curso olvidéis el pasado totalmente o que no tengáis pensamientos sobre el futuro. Lo que ocurría antes es que acostumbrabais a malgastar vuestra energía, dando vueltas innecesarias en el pasado o en el futuro, de tal forma que cuando necesitabais recordar o planear algo, no podíais. Al desarrollar sammā-sati, aprenderéis a fijar con mayor firmeza vuestra mente en la realidad presente, comprobaréis que podréis recordar fácilmente el pasado cuando lo necesitéis, y hacer previsiones correctas para el futuro. Podréis llevar una vida sana y feliz.

(6Sammā-samādhi: Concentración recta. La simple concentración no es el objetivo de esta técnica; la concentración que desarrolláis debe tener una base de pureza. Sobre una base de avidez, aversión o ilusión se puede concentrar la mente, pero esto no es Sammā-samādhi. Uno debe estar atento a la realidad presente dentro de uno mismo, sin avidez o aversión. Mantener esta atención continuamente, momento a momento—esto es Sammā-samādhi

Habéis comenzado a practicar sīla al cumplir escrupulosamente los cinco preceptos. Habéis empezado a desarrollar samādhi al entrenar vuestra mente a mantenerse enfocada en un punto, un objeto real del momento presente, sin avidez ni aversión. Ahora, manteneos trabajando diligentemente para afilar vuestra mente, para que cuando empecéis a practicar pañña seáis capaces de penetrar en las profundidades del subconsciente, y así erradicar todas las impurezas allí escondidas y disfrutar de la auténtica felicidad, la felicidad de la liberación.

Verdadera felicidad para todos ustedes.

¡Qué todos los seres sean felices!