Discurso del cuarto día

Preguntas sobre cómo practicar Vipassana—La ley del kamma—La importancia de la acción mental—Los cuatro agregados de la mente: conciencia, percepción, sensación, reacción—Permanecer consciente y ecuánime es el camino para salir del sufrimiento

El cuarto día es un día muy importante. Habéis empezado a dar los primeros chapuzones en el Ganges del Dhamma interno, explorando la verdad sobre vosotros mismos a nivel de las sensaciones corporales. En el pasado, a causa de la ignorancia, estas sensaciones eran las responsables de la multiplicación de vuestras desdichas, sin embargo, pueden convertirse en herramientas para su eliminación. Habéis dado un primer paso en el camino de la liberación, aprendiendo a observar las sensaciones corporales con ecuanimidad.

Veamos algunas preguntas que frecuentemente se hacen sobre la técnica:

¿Por qué mover la atención por el cuerpo en orden y por qué en ese orden? Se puede seguir cualquier orden, pero es necesario un orden. De otra forma existe el peligro de olvidar algunas partes del cuerpo que permanecerían ciegas, en blanco. Las sensaciones existen en todo el cuerpo, y en esta técnica es muy importante desarrollar la capacidad de experimentarlas por todas partes. Por este motivo el seguir un orden es de gran ayuda para conseguirlo.

Si en alguna parte del cuerpo no sentís sensación alguna, podéis mantener la atención en esa zona durante un minuto. Lo cierto es que ahí hay alguna sensación, como en cualquier partícula del cuerpo, pero es de una naturaleza tan sutil que vuestra mente no la percibe conscientemente y, por eso, esa zona parece estar en blanco. Permaneced allí un minuto, observando con calma, con paciencia y ecuanimidad. No generéis avidez hacia una sensación, o aversión hacia la ausencia de sensaciones. Si lo hacéis, habréis perdido el equilibrio de vuestra mente, y una mente desequilibrada es muy burda; no es capaz de percibir las sensaciones más sutiles. Pero si la mente permanece equilibrada, se hace más aguda y sensitiva, capaz de detectar sensaciones sutiles. Observad esa zona con ecuanimidad durante un minuto, no más. Si pasado un minuto no percibís ninguna sensación, sonriendo, continuad el recorrido. En la próxima vuelta, volved a estar otro minuto; tarde o temprano, empezaréis a sentir sensaciones no sólo allí, sino en todas partes. Si habéis permanecido por un minuto y aún continuáis sin percibir sensaciones, intentad percibir el contacto de la ropa si se trata de una zona cubierta, o el contacto del aire si está descubierta. Empezad con estas sensaciones superficiales y poco a poco comenzaréis a sentir otras.

Si la atención está concentrada en una parte del cuerpo y una sensación aparece en otra, ¿debe uno saltar hacia atrás o hacia delante para observar esta otra sensación? No; continuad moviéndoos siempre en orden. No intentéis suprimir las sensaciones que surjan en otras partes del cuerpo, es imposible, pero tampoco les deis importancia. Observad cada sensación sólo al llegar a ella, siguiendo el orden en el que os movéis. De otra forma, estaríais saltando de una zona a otra, pasando por alto muchas partes del cuerpo, y observando sólo sensaciones burdas. Tenéis que aprender a observar todas las diferentes sensaciones que surjan en cada parte del cuerpo, ya sean burdas o sutiles, agradables o desagradables, claras o difusas. Por tanto, no permitáis que vuestra atención salte de un lugar a otro.

¿Cuánto tiempo debe uno tomarse para mover la atención desde la cabeza a los pies? Esto varía según la situación en que os encontréis. La instrucción consiste en concentrar la atención en una zona determinada y, apenas se perciba la sensación, continuar el recorrido. Si la mente está lo suficientemente aguda, estará consciente de la sensación tan pronto como llegue a una zona, y podéis proseguir inmediatamente. Si esta situación ocurre en todo el cuerpo, será posible moverse de la cabeza a los pies en unos diez minutos, pero no es aconsejable moverse con más rapidez en esta fase del aprendizaje. Sin embargo, si la mente está aletargada, puede que haya muchas zonas en las que tengáis que esperar hasta un minuto a que aparezca una sensación. En ese caso, puede tomar treinta minutos o una hora moverse de la cabeza a los pies. El tiempo que se necesite para hacer un recorrido no es importante. Simplemente trabajad con persistencia y paciencia; con toda seguridad tendréis éxito.

¿Qué tamaño debe tener la zona en que se fija la atención? Tomad una zona del cuerpo de unos cinco a ocho centímetros de ancho; luego moveros a otra zona de otros cinco a ocho centímetros y así, sucesivamente. Si la mente está aletargada, tomad zonas más amplias, por ejemplo, toda la cara, o el brazo derecho entero; luego, gradualmente, tratad de reducir la zona de atención. Eventualmente conseguiréis percibir sensaciones en cada partícula del cuerpo, pero por ahora, una zona de cinco a ocho centímetros es más que suficiente.

¿Debe uno percibir sensaciones sólo en la superficie del cuerpo, o también en el interior? A veces, un meditador percibe sensaciones en el interior tan pronto como empieza con Vipassana; otras veces al principio siente sensaciones sólo en la superficie. Cualquier forma está perfectamente bien. Si las sensaciones aparecen sólo en la superficie, observadlas repetidamente hasta que percibáis sensaciones en cada una de las partes de la superficie del cuerpo. Habiendo experimentado sensaciones en todas las partes de la superficie, más adelante empezaréis a penetrar en el interior. Poco a poco, la mente desarrollará la capacidad de percibir sensaciones en todas partes, tanto fuera como dentro, en todas y cada una de las partes de la estructura física. Pero, para empezar, es suficiente con percibir sensaciones en la superficie.

El camino os guía a través de todo el campo sensorial hasta la realidad última, que está más allá de la experiencia sensorial. Si continuáis purificando vuestra mente con la ayuda de las sensaciones, entonces, indudablemente alcanzaréis la última etapa.

Cuando se es ignorante, las sensaciones son un medio para multiplicar nuestra desdicha porque reaccionamos a ellas con avidez o aversión. En efecto, el problema surge, la tensión se origina, a nivel de sensaciones corporales; es por esto que se debe trabajar a este nivel para resolver el problema, para cambiar el patrón habitual de la mente. Uno debe aprender a estar atento a todas las diferentes sensaciones sin reaccionar a ellas, aceptando su naturaleza impersonal y cambiante. De este modo uno se libera del hábito de la reacción ciega, se libera de su desdicha.

¿Qué es una sensación? Cualquier cosa que uno perciba en el ámbito físico es una sensación. Cualquier sensación corporal natural, normal, corriente, ya sea agradable o desagradable, burda o sutil, intensa o débil. Nunca ignoréis una sensación por creer que se debe a las condiciones atmosféricas, o a llevar sentado muchas horas, o a causa de una enfermedad que padecisteis. Sea cual fuere la razón, el hecho es que sentís una sensación. Anteriormente intentabais desechar las sensaciones desagradables, y retener las sensaciones agradables. Ahora, simplemente observáis con objetividad, sin identificaros con las sensaciones.

Se trata de una observación sin opción. Nunca intentéis seleccionar las sensaciones; en vez de eso, aceptad con naturalidad cualquier sensación que surja. Si empezáis a buscar algo en particular, algo extraordinario, os crearéis dificultades y no podréis progresar en el camino. El propósito de la técnica no es experimentar algo especial, sino permanecer ecuánimes ante la presencia de cualquier sensación. En el pasado, tuvisteis sensaciones similares en vuestro cuerpo, pero no estabais atentos conscientemente y reaccionabais a ellas. Ahora estáis aprendiendo a estar atentos y a no reaccionar, a sentir cualquier cosa que esté sucediendo a nivel físico manteniendo la ecuanimidad.

Si trabajáis de esta manera, gradualmente se irá aclarando toda la ley de la naturaleza. Éste es el significado de Dhamma: naturaleza, ley, verdad. Para comprender la verdad al nivel de la experiencia, uno debe investigarla dentro del marco corporal. Esto es lo que Siddhattha Gotama hizo para llegar a ser Buddha, y quedó claro para él, como quedará claro para quien trabaje como él lo hizo; que a lo largo del Universo todo está en cambio permanente, tanto dentro del cuerpo como fuera de él. Nada es un producto final; todo está involucrado en el proceso del devenir, bhava. Y otra realidad se aclarará: nada ocurre accidentalmente. Cada cambio tiene una causa que produce un efecto, que a su vez es causa del siguiente cambio, creándose así una cadena sin fin de causas y efectos. Y también otra ley se aclarará: según sea la causa, así será el efecto; según sea la semilla, así será el fruto.

En un mismo suelo uno siembra dos semillas, una de caña de azúcar y otra de neem, un árbol tropical muy amargo. De la semilla de la caña de azúcar nace una planta que es dulce en cada fibra, de la semilla de neem nace una planta cuyas fibras son todas amargas. Uno podría preguntarse por qué la naturaleza es amable con una planta y cruel con la otra. En realidad, la naturaleza no es ni amable ni cruel; sólo funciona siguiendo unas normas establecidas. La naturaleza simplemente ayuda a que se manifieste la cualidad de cada semilla. Si cultiváis semillas de dulzura, cosecharéis dulzura. Si cultiváis semillas de amargura, la cosecha será amarga. Según sea la semilla, así será el fruto; según sea la acción, así será el resultado.

El problema es que uno está muy alerta en tiempo de cosecha, queriendo recibir frutos dulces, pero al sembrar, uno es descuidado y planta semillas de amargura. Si uno quiere frutos dulces, debe sembrar las semillas apropiadas. Rezar o esperar milagros es sencillamente engañarse; uno debe comprender y vivir de acuerdo con la ley de la naturaleza. Uno debe tener cuidado con las propias acciones, porque éstas son las semillas en concordancia con cuyas cualidades uno recibirá dulzura o amargura.

Hay tres tipos de acciones: físicas, verbales y mentales. Quien aprende a observarse, rápidamente se da cuenta que la más importante es la acción mental, porque ésta es la semilla, la acción que producirá resultados. Las acciones verbales y físicas no son más que proyecciones de la acción mental, varas para medir su intensidad. Se originan como acción mental, y esta acción mental posteriormente se manifiesta al nivel verbal o físico. Por eso el Buddha afirmó:

La mente precede a todos los fenómenos,
la mente es lo más importante, todo es hecho por la mente.
Si hablas o actúas
con una mente impura,
entonces te seguirá el sufrimiento
tal como la rueda sigue la pata del animal de tiro.

Si hablas o actúas
con una mente pura,
entonces, te seguirá la felicidad
como sombra que nunca se va.

Si éste es el caso, entonces uno debe saber qué es la mente y cómo funciona. Habéis empezado a investigar este fenómeno mediante vuestra práctica. A medida que avancéis, veréis con claridad que existen cuatro segmentos principales o agregados de la mente.

El primer segmento se llama viññāṇa y puede traducirse como conciencia. Los órganos sensoriales permanecen inertes a menos que la conciencia entre en contacto con ellos. Por ejemplo, si uno está absorto en una visión, aunque surja un sonido no lo oirá, porque toda su conciencia está puesta en los ojos. La función de esta parte de la mente es conocer, sencillamente saber, sin diferenciar. Un sonido entra en contacto con el oído, y viññāṇasólo constata el hecho de que un sonido ha aparecido.

Enseguida, la siguiente parte de la mente comienza a funcionar: saññā, percepción. Aparece un sonido y, debido a la propia experiencia y recuerdos, uno lo reconoce: un sonido... palabras... palabras de alabanza... bueno; o un sonido... palabras... palabras ofensivas... malo. Uno lo evalúa como bueno o malo, de acuerdo con su experiencia pasada.

Inmediatamente, la tercera parte de la mente empieza a funcionar: vedanā, sensación. Tan pronto como aparece un sonido, hay una sensación en el cuerpo, pero cuando la percepción la reconoce y la evalúa, la sensación se hace agradable o desagradable, de acuerdo con la evaluación. Por ejemplo: aparece un sonido... palabras... palabras de alabanza... bueno, y uno siente una sensación agradable por todo el cuerpo. O bien, aparece un sonido... palabras... palabras ofensivas... malo, y uno siente una sensación desagradable por todo el cuerpo. Las sensaciones surgen en el cuerpo, y son sentidas en la mente; ésta es la función que llamamos vedanā.

Entonces, la cuarta parte de la mente comienza a funcionar: saṅkhāra, reacción. Aparece un sonido... palabras... palabras de alabanza... bueno... sensaciones agradables, y a uno empieza a gustarle: "¡Esta alabanza es maravillosa! ¡Quiero más!". O bien: aparece un sonido... palabras... palabras ofensivas... malo... sensaciones desagradables, y a uno empieza a disgustarse: "¡No soporto esta ofensa! ¡Que pare!". En todas las puertas de los sentidos ocurre lo mismo: ojos, oídos, nariz, lengua, cuerpo. Del mismo modo, cuando un pensamiento o una imaginación entra en contacto con la mente, surge una sensación en el cuerpo, agradable o desagradable, y uno empieza a reaccionar con apetencia o rechazo. Esta apetencia momentánea se transforma en gran avidez; el rechazo se transforma en una gran aversión. Así uno empieza a atar nudos en su interior.

He aquí la verdadera semilla que dará fruto, la acción que dará resultados: el saṅkhāra la reacción mental. A cada momento uno está sembrando esta semilla, reaccionado con agrado o desagrado, con avidez o aversión, creando así, su propia desdicha.

Hay reacciones que dejan una huella muy ligera y se erradican casi inmediatamente, reacciones que dejan una huella algo más honda, que tardan algún tiempo en erradicarse, y reacciones que producen una huella muy profunda, y que tardan mucho tiempo en ser erradicadas. Si al final del día uno intenta recordar todos los saṅkhārās que ha generado, sólo recordará uno o dos de entre aquellos que causaron las huellas más profundas. Del mismo modo, al final del mes o del año, sólo será capaz de recordar uno o dos de los saṅkhārās que causaron las huellas más profundas durante aquel tiempo. Y, nos guste o no, al final de la vida, aquél saṅkhārā que causó la huella más profunda está destinado a surgir en la mente; y la próxima vida empezará con una mente de la misma naturaleza, con las mismas cualidades de dulzura o amargura. Creamos nuestro propio futuro con nuestras propias acciones.

La Vipassana enseña el arte de morir: cómo morir pacíficamente, armoniosamente. Y uno aprende el arte de morir aprendiendo el arte de vivir: cómo hacerse maestro del momento presente, cómo no generar ningún saṅkhārā en este momento, y cómo vivir una vida feliz aquí y ahora. Si el presente es bueno, uno no necesita preocuparse por el futuro, pues es sólo un producto del presente, y por lo tanto está destinado a ser igualmente bueno.

Hay dos aspectos de la técnica:

El primero consiste en romper la barrera entre los niveles consciente e inconsciente de la mente. Normalmente, la mente consciente ignora lo que está experimentando la mente inconsciente. Ocultas bajo esta ignorancia, las sensaciones continúan sucediéndose en el nivel inconsciente; y cuando alcanzan el nivel consciente, se han vuelto tan intensas que pueden dominar fácilmente a la mente. Mediante esta técnica, la masa total de la mente se hace consciente, atenta; la ignorancia se erradica.

El segundo aspecto de la técnica es la ecuanimidad. Uno es consciente de todo lo que experimenta, de todas las sensaciones, pero sin reaccionar, sin atar nuevos nudos de avidez o aversión, sin generar su propia desdicha.

Al comenzar, mientras os sentáis a meditar, la mayoría del tiempo reaccionáis a vuestras sensaciones, pero surgirán algunos momentos en los que permaneceréis ecuánimes, a pesar de los fuertes dolores. Tales momentos tienen una gran fuerza para cambiar el patrón de comportamiento de vuestra mente. Poco a poco alcanzaréis un estado en que sonreiréis ante cualquier sensación, sabiendo que es aniccā, y que está destinada a desaparecer.

Para alcanzar este estado uno mismo tiene que trabajar; nadie más puede hacerlo por vosotros. Es bueno que hayáis dado el primer paso en el camino; manteneros caminando, paso a paso, hacia vuestra propia liberación.

Que todos vosotros disfrutéis de verdadera felicidad

¡Qué todos los seres sean felices!